jueves, 14 de octubre de 2010

Boludos desinformados II

No pude contener las ganas de hacer la segunda parte de este posteo yo misma, ya que esta clase de boludos es una de las que me divierten más, apenas por debajo de Eduardo Feinmann, Luis Majul, el minero que tenía dos mujeres (sí, ya se que éste tan boludo no es, pero me resulta hilarante que salga de un agujero negro para meterse en otro) y este.

Hay muchas clases de boludos desinformados. Un ejemplo claro podría ser una muchacha que un día, extrañada, les pregunta a unos amigos por qué cierto canal repite tan seguido cierta película, para enterarse de que en realidad se trataba de cierta serie. Cierto.
Pero pienso centrarme en una cuestión que en la responsable de la existencia de muchos de estos boludos: las nuevas (o no tan nuevas) tecnologías.

No creo que sea necesario aclarar que el celular es uno de los inventos preferidos de las madres sobreprotectoras. Probablemente por resultar, en la práctica, bastante parecido a ese cordón umbilical que tanto echan de menos.
Para suerte de sus hijos, ubicar a alguien por este medio no suele ser tan fácil. Aunque por desgracia, siguen existiendo los contestadores automáticos. Y gente que no entiende el significado de esta última palabra.
Una de esas personas era la madre de Tipo X. Un buen día, Tipo X no pudo atender el celular cuando sonó. Tan solo imaginen su expresión cuando encontró en la casilla, horas después, un mensaje de dicha mujer que, irritadísima, decía “¿¡Pero por qué no puedo hablar con Tipo X!?”.
Pero uno se acostumbra a esas cosas, y es por eso que ya no le resultó tan curioso el encontrar, en otra oportunidad, otro mensaje de naturaleza similar: “Dígale a tipo X que hay alerta meteorológico”.

Otro episodio digno de ser mencionado tuvo lugar hace no demasiados años, cuando los teléfonos móviles ya se habían vuelto relativamente accesibles a los bolsillos de la gente común pero mucho antes de que reemplazaran a los Polly Pocket y a los tazos en las mochilas de los escolares. La familia Anónima (sí, sus aventuras nunca terminan) decidió que sería buena idea, aprovechando que estaban por comprar un modelo nuevo, regalarle al tío abuelo el que iban a descartar, ya que podía resultarle útil ante cualquier eventualidad.
El anciano, no muy ducho con la tecnología, tuvo algunos problemas para entender su funcionamiento.
-Che, este teléfono es una porquería-afirmó una vez-A cada rato sale una señorita hablando de crédito esto, saldo aquello. Para mi está ligado con un banco.
Fue por esa época que sostuvo con su sobrina nieta un curioso diálogo.
-¿Ese es el "chato", ese que dicen en la televisión?- inquirió, señalando un scanner.
-No- contestó la chica, sin molestarse en intentar explicarle el concepto correctamente
-¿Y eso, qué es, ahí se ven las cosas, el Internet, no?-
-No, tío, esos son los parlantes. De ahí sale música-
-¿Y eso qué es? ¿Otro parlante?-.
-No, tío, es una perforadora-.
-Están como quieren, ustedes-.

Esto es todo por ahora. Si se quedaron con ganas de más, solo un consejo les puedo dar: larguen el “chato” y salgan a la vida, que hay un boludo esperando en cada esquina.

Sean felices. En HD.
Achicoria.

PD:Estimado lector, antes de que decida escapar de este espacio de demencia sin censura y vaya corriendo a hacer cosas de gente sana, como comentar notas en La Nación, tener cybersexo con un esquimal, leer blogs de señoritas que utizan la palabra "chongo" treinta y seis veces por párrafo o todo eso al mismo tiempo, le pido en nombre de los osos monocromáticos del mundo que deje su comentario, insulto, amenaza de muerte o propuesta de casamiento. Los pandas, si pudieran hablar, se lo agradecerían.